miércoles, 16 de diciembre de 2020

Árbol viejo, la analogía al óbito y su trascendencia - Yennifer Luna

 

En el marco de las características propias de la literatura de la escritora Teresa Yáñez de Cuberos, se identifica la símil entre las corrientes naturalista y humanistas; esta relaciona en gran parte de sus éxitos con una ligera metáfora en la cual se alude a la vida y a la muerte humana, con la fauna, flora y experiencias propias de su región, es así que el en su poema árbol viejo en su libro barco de papel asocia la muerte como aquel árbol frutal viejo, que no solo muere si no trasciende creando una percepción más allá de la muerte.

La vida es la experiencia propia que nos convierte en seres, pero tiene un corolario obligado, triste y doloroso: la muerte. No existe empíricamente una razón para suponer, y menos sostener, que hay algo después de esta. Basados en conocimiento científicos, todo acaba para una persona cuando muere: no hay juicio final, no hay premio ni castigo, no hay alma inmortal que subsista, pero lo único que queda es de esta es el lo que se vive.

La muerte es el destino que espera a toda vida humana y es natural que esta duela, asuste y angustie, pero la percepción desde donde se afronta hace que esta sea más amena o tediosa. Más que el hecho de morir, importa lo que sigue al morir, de ese otro mundo u otra vida sobre lo que se fundamenta la razón de morir y los actos y hechos que condiciona para muchas culturas lo que seguirá, creando desde cada grupo social un símbolo diferente hacia la muerte haciendo que esta se viva y se celebre de formas tan diversas (Molina Castro, 1998).

Como aquel árbol viejo en el patio de la autora, próximo a morir, se es consiente del próximo ítems que nos depara el destino, aunque coloquialmente creemos que santos oleos curará y santificara las almas y perdonaran los pecados, se debe percibir que la esencia propia del ser no solo se debe perdonar, si no que dejara un legado y su naturaleza solo dependerá de sus acciones en vida; pensar que el trascender solo se es representado por un simple ritual es erróneo, este es directamente proporcional a como el ser vivió y que hizo para vivir mejor.

En cualquier caso, los métodos metafísicos e históricos por sí solos no pueden resolver la complejidad del discurso bíblico sobre la vida, pero atraen una demanda más comprometida y más estimulante. Nos obliga a hablar de la muerte, no solo al silencio sobre la muerte, y no solo a tratar de verificar lógica y sin miedo a esta, como una simple negación contradictoria de la vida. Hablar de una vida significativa requiere no solo considerar la vida misma, sino también el significado de la muerte, es decir, la unidad de la diferencia, que sustenta activamente la vida como término. vida contradictoria. Habla de la vida, no de la muerte y viceversa.

Partiendo de que todo muere, se transforma y resucita de alguna manera, alude a la simplicidad de la vida, donde aunque el destino cruel nos lleva a la muerte, solo depende del propio ser la manera como se transformará y resucitará; el vivir no solo hace alusión a pasar la vida, si no el como esta se viva, partiendo de los buenos actos hacer, la cantidad de personas que se ayudó o se hizo feliz; La muerte es considerada como un pasaje hacia otra forma de vida, que estará basada en lo que hizo según la religión, y como la simple metáfora de Yáñez de Cuberos, donde el árbol rebrotara de sus frutos, dando paz y regocijo, hace alusión como el propio ser desde su misma experiencia es capaz de motivar a cualquier hacer el bien.

No se puede decir que la muerte sea una experiencia. Quienes tienen esta experiencia ya no nos hablan. Cuando todavía estamos vivos, podemos aprender sobre la muerte solo a través del testimonio silencioso y opaco de los demás, no de nosotros mismos. Hablando de ello, hablamos de cosas relacionadas con nuestro futuro o posibilidades. Cuando ese futuro o esa posibilidad se haga realidad, dejaremos de hablar, solo entonces experimentaremos la muerte. Por tanto, imaginamos la muerte como la realidad que nos espera. Este 'futuro” dificulta nuestra reflexión en dos sentidos: primero, porque determina una especie de discurso, relativo a una experiencia que aún no nos conoce, y que nos ha molestado desde ese futuro. Y anímenos a mirarlo como un destino desconocido y cuestionable.

Como aquel árbol viejo que pasaba desapercibido por los demás excepto la anciana se relaciona directamente cuando nuestro gesto de bondad no es notado por el mundo exterior, la frustración y el desamparo a menudo toman forma en nuestros cuerpos y emociones. Sobre todo, cuando ocurre de forma sostenible en el tiempo y con las personas que más queremos. Las personas a las que les gusta cuidar de los demás y sentirse bien no deben detener este instinto de 'amor” y cuidarse unos a otros solo porque los demás no lo notan.

Basados en la teoría del mundo justo hace explícito un sesgo cognitivo que todos usamos de una forma u otra para procesar la información. A menudo esperamos recibir lo que damos a los demás. Como si fuera una operación matemática exacta. Alimentamos el pensamiento de que siempre obtendremos lo que nos merecemos, cuando no lo hacemos. El mundo debe ser un ecosistema justo, con leyes claras de antemano que nos dijeran qué obedecer. Sin embargo, éste no es el caso, al morir solo queda el legado y no el material sino el emocional.

La herencia emocional le permite transmitir a los seres queridos lo más íntimo del ser una vez que muere. Lejos de la tradicional voluntad fría que solo se ocupa de asuntos de herencia, la herencia emocional es vital para planificar las circunstancias de quienes rodean en vida y muerte al difunto.  La herencia emocional va más allá de la herencia material ya que el objetivo es manejar las emociones y los deseos de tal manera que la familia no tenga que tomar decisiones después de la muerte.

Nacemos con una herencia genética notable. Sin embargo, su vida está determinada por la interacción con el entorno familiar y la cultura a la que pertenecen. La herencia de los padres comienza en el momento en que nacen sus hijos. A propósito, o no, se está construyendo todos los días. Todo lo que ha sucedido desde entonces, todo lo que escuchan y ven en sus padres da forma a lo que podemos llamar su legado emocional. La memoria registra las cosas que les influyeron de una forma u otra. Las imágenes de padre y madre aparecen gradualmente con sus aspectos positivos y negativos. Pasarán por las etapas de imitación, adoración, alienación y diferenciación, incluso rechazo y reconciliación.

Sin embargo, en este proceso de aprendizaje de modelado, el vínculo emocional con el otro y el tiempo que pasan juntos, donde se tienen en cuenta las necesidades físicas y emocionales, sirven para crear un vínculo. Apego que sienta las bases para que como seres humanos sirvan como modelos a seguir, y quedemos en el recuerdo por nuestras acciones, esa es la esencia del poema de la autora, que como el árbol seamos vida para crear vida fundamentada en cosas buenas.

Como aquel árbol donde nacerán nuevas especies; no importa cuánto tiempo nos lleve explicar qué está bien y qué está mal, si esas palabras no coinciden con nuestro comportamiento habitual, no serán de ninguna utilidad. Los hijos tanto del árbol como del ser se enfocan naturalmente en acciones en lugar de palabras.

 Debemos transmitir modelos correctos de conducta para los demás, siendo un factor de cambio, siendo sobre todo un buen ejemplo para que seamos recordados como el árbol que, aunque su labor fue tan simple esta se enaltece al momento de su muerte, porque siempre fue bueno y lo seguirá siendo en la mente de quien lo conociese y lo recuerde.

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